Hoy escribo uno de esos artículos que dan sentido a mi presencia en este medio, una de esas historias que llenan de esperanza y demuestran que el deporte es una forma de vida.
Se trata de Rafa Capilla “Capi”, un cordobés de trece años que milita en las categorías inferiores del Séneca, un jugador con unas características óptimas para la práctica del fútbol con una visión de juego sobresaliente y buen golpeo con las dos piernas, en definitiva, un crack como lo define su entrenador José Ángel Garrido.
En Junio se le detecta un síndrome denominado WPW, algo que puede considerarse frecuente en otras edades, inmediatamente es derivado al cardiólogo para su estudio y posterior operación. Un jarro de agua fría para familiares, club y allegados, pero en cambio Capi, lejos de desistir en su ímpetu por volver a los terrenos de juego cuanto antes, demuestra una entereza no acorde a su temprana edad. Decide cumplir minuciosamente los consejos, imagínense lo complicado que puede llegar a ser retener a un niño más de veinte días sin hacer ningún tipo de esfuerzo físico. Como reseña, su entrenador, un hombre de fútbol, hace hincapié en la importancia que tienen las revisiones médicas algunas veces dejadas en el olvido sobre todo en categorías inferiores.
“Mi hijo es el típico compañero que todos hemos tenido en clase que se le da cualquier deporte bien”, lo definía el padre, aunque en este caso asegura haber dado una lección de fuerza a todos, reforzando aún más su potencial como persona y siendo él mismo el que daba motivos a sus familiares cercanos de esperanza en volver a la naturalidad.
Tras un primer intento, el pequeño Rafa se vio obligado a pasar una segunda intervención quirúrgica el mes pasado en la que ya el resultado fue plenamente satisfactorio. Hoy tiene ya el alta y ultima sus días de preparación para reaparecer en los terrenos de juego como jugador activo en partido, y lo recalco así, porque Capi, muy lejos de quedarse en casa no ha faltado a ningún entrenamiento con su equipo, su lugar en el vestuario no quedó solo en ningún partido puesto que acompañaba a sus compañeros, los animaba, arrimaba el hombro y luego tras el encuentro volvía a casa, tenía que seguir con su batalla.
Para que el Séneca vuelva a tener a su pupilo tras el parón navideño han influido muchos factores y muchas personas, de las cuales la familia y el propio “Rafalillo” sólo tienen palabras de agradecimiento. Desde el propio presidente del club, Manolín Cuesta, a su entrenador José Ángel Garrido o Antonio Galán del centro de tecnificación, pasando evidentemente por José María Segura y Josep Brugueda sus médicos o Carlos Moreno, director de la clínica que detectó el problema. “Hubiera sido muy complicado sin la ayuda de todos” afirmaba su padre.
Final feliz para Rafa Capilla, un capítulo agridulce que él mismo decidió endulzarlo escribiendo página a página y lo seguirá haciendo deleitándonos en el verde y fuera de él. No sé si lo consiguió por llevarlo en la sangre por ser nieto de futbolista, el mítico Rafael Jaén, o tal vez por ser un atleta nato desde chico, lo único que sé es que historias como las de Rafa siguen manteniendo vivo aquel sentir tan olvidado cada día de que el fútbol más que un deporte, es una forma de vida.